Durante la pasada década, con la basurización provocada por la irrupción de las privadas, los telefilmes sobre crímenes en familia y psicópatas desatados fueron de lo poco hecho específicamente para televisión que logré soportar sin romperme.
Recuerdo el légamo primordial: aquellos primeros estrenos tv de la Universal, allá por el 72/73 (por tanto, contemporáneos de las mistery movies «Columbo» y «Mc Millan» -también de la Universal-), cada uno de ellos antológico (los repondrían, veinte años después, por la 2): aquel titulado «Ultraje» (en plena apoteosis del mito «Dirty Harry»), en el que Robert Culp, tras ser asaltada su casa en varias ocasiones por una banda de niños pijos, acaba reaccionando en plan justiciero total; o el debut de Spielberg, «El diablo sobre ruedas», sí, la del camión persiguiendo a Dennis Weaver; o el también debut de Stockard Channing (la futura oponente de Olivia Newton-John en «Grease» ) haciendo de patito feo que regresa al campus transformada en una beldad y se dedica a vengarse letalmente de quienes la humillaron y ahora la desean (no mucho después, los ecos de esta historia darían pie a una de las mejores cintas de Brian de Palma -«Carrie», según la novela de Stephen King-); o aquel otro con Cloris Leachman torturada en un bareto de carretera por unos siniestros cazurros (¿influencias del «Deliverance» de Boorman?); o la desasosegadora historia (con trazas de cuento infantil) encarnada por un adolescente Scott Jacoby que vive oculto en un cuarto disimulado con tabiques de una casa a punto de alquilarse… Años más tarde, a fines de los 80 y primeros 90, se pasarían notables tv movies de suspense y morbo, como la adaptación a la pequeña pantalla de «La mala semilla» con una niña (a modo de Nancy Loomis impúber) mucho más fríamente corrupia que la emperifollada y repipi rubita del original cinematográfico y con un patético David Carradine perfecto en su look de desecho humano con carnet de jardinero; o uno de los primeros «crímenes en familia» televisivos, «Amor, locura y asesinato», con una fabulosa Lee Remick plena de maldad y codicia incitando a sus hijos a matar a sus abuelos para el logro de una herencia…
En el último lustro, algunas de las tv movies (todas emitidas por Antena 3 y Tele 5) que más impacto me han causado son: la adaptación televisiva del «hecho real» que dio pie en su momento al film «Malas tierras», con Tim Roth en el papel de Martin Sheen; una versión american style de «La mujer y el pelele» con un espléndidamente ajado Richard Crenna (libre al fin de su vergonzante rol como domador a perpetuidad de John Rambo) y uno de mis máximos mitos eróticos de los 90, Karen Young (la madre de «El niño que gritó puta»); y ya que he mencionado este film, otro supermito erótico del menda, Moira Kelly (el conato de novia fóbica que el frenético niño se echa en el psiquiátrico), hizo un magnífico trabajo como principal inculpada en un crimen en familia bastante retorcido e incestuoso; otro crimen notable fue el perpetrado por un joven jugador de «Dragones y mazmorras» y sus colegas contra los padres del primero (y que supuso el debut de la oscarizada Gwyneth Paltrow de la mano de su mamá -en la ficción y en la vida real- Blythe Danner); tampoco estuvo mal el «hecho real» en que una madura y platinada Barbara Hershey seduce al vecinito adolescente para que mate a su marido; ni su variante más morbosa y con ecos de James M. Cain, en que la pelirroja pilingui de «China Beach» aquí contrata a un pardillo que se anuncia como mercenario en una revista ad hoc para que escabeche a su cónyuge; y, desde luego, he de destacar la única vez que el relamido de Peter Strauss me ha resultado digerible, como secuestrador psicópata de una niña al que ayuda una especie de novia medio subnormal no menos inquietante; acabaré mencionando a Richard Thomas, quien, tras debutar en su adolescencia como palurdo hijo mayor de «Los Walton», ha sabido encarnar en su madurez diversos roles inspiradores de angustia y desasosiego en variopintas tv movies (como alter ego ominoso de «Bubú salido de las aguas», como acosador compulsivo y letal de una Barbie ejecutiva con aire de Brooke Shields o como secuestrador de escolares proclive a la megalomanía y a la diabetes, ha sabido explotar a la perfección ese mal rollo que su físico me ha causado siempre -la expresión de tolilo, el lunar peludo en la mejilla…-).
Publicado en la revista MONDO BRUTTO (1996/99)